No tienen idea de cómo me alegra escribir esta reseña. El sábado próximo pasado, 14 de Agosto para ser más preciso, recibí una llamada urgente de mi "sobrino" Martín. Fue antes del mediodía y lo que me solicitó no me lo imaginé jamás. Se trataba de acompañarlo a integrar su agrupación musical, para cumplir con un compromiso suyo en "La Rosa Naútica". Lo inusitado era para el mismo sábado en horas de la noche. Les confieso que ando retirado de estas lides hace ya mucho y, por lo tanto, algo desentrenado.
Aceptamos y el reto debió cumplirse. Revisión de instrumentos. Cablería en orden. Buscar movilidad que me garantice llegar a la hora. Un viaje desde Carabayllo hasta la playa miraflorina, el acicalamiento y todo lo demàs y cumplir con Martín. Superado el horroroso tráfico limeño, estuvimos puntuales y con una media hora menos para instalar los equipos. Se nos hizo un mundo lograrlo pero, gracias a Dios, superados los nervios, esperábamos que todo saliera bién. Era algo así como un nuevo e inesperado debut.
Ahora, debo aclarar quién es Martín Rocha Prieto. Es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional y a quien he tenido el gusto de ver en la actual temporada en el auditorio "Los Incas" del Museo de la Náción. Ya son, quién lo diría, 17 años de actuación en nuestra primera organización musical del Perú. Es fagotista de ella y me enorgullezco de que así lo sea. Denota gran personalidad y dominio de su instrumento que, en las obras presentadas, cobra relieve y destaca nìtidamente en aquella maravillosa armonía.
Martín es hijo de quien fuera un amigo del alma. Me refiero a Eduardo Rocha Espinoza y su querida esposa Marina Prieto. Vinculados por el arte, desde cualquier ángulo que se nos mire. Destacado cellista y amigo y colega de Gaby Rossi, mi esposa, en el Conservatorio Nacional de Música. Unidos en muchas actuaciones radiales, vecinos en la Unidad Nro. 3 e identificados por nuestra vida común. Todos comulgamos en familia y han sido muchos años de convivencia hasta que nuestros hijos crecieron. Ya es realidad.
Se dió lo que no se logró concretar con Eduardo Rocha. Actuamos juntos el hijo Martín y su fagot, un buen intérprete y mejor ejecutante. Una flauta y un violìn complementaron la agrupación. Música de ambiente y un pequeño auditorio que quedó complacido. Debo felicitarlos porque, fuera de su habitual repertorio clàsico y selecto, dominan el popular. Fue una noche inolvidable matizada por los singulares sonidos de instrumentos sinfónicos que, con nuestros teclados, se adaptaron y lograron brindar un especial espectáculo musical.
Martín Rocha Prieto, tiene mucho camino por recorrer. Está en lo que le gusta y tiene el talento necesario para cumplir sus objetivos. Al día siguiente, como todos los domingos, se integraba a la Orquesta Sinfónica Nacional a darse la mano con Beethoven, Brahms y otros grandes de la mejor música. Vaya con esta reseña nuestro homenaje a esa gran agrupación y la felicitación que se merece el fagot de Martín Rocha Prieto. Los deseos sinceros para que Marina, mi gran amiga y madre de este artista, se recupere y Dios mediante, nos reunamos en un concierto de gran amistad. Gracias.
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