Rafael Matallana |
Siete días después nos sorprende la vida indicándonos que aquel camino de tránsito al más allá, lleva un pasajero ilustre, un verdadero artista que nació para cantarle al pueblo y hacerlo sentirse más peruano. Una voz varonil, de buen matiz musical que pretendió hacerse famosa como segunda. ¡Qué equivocado estabas Rafael!. Tu modestia, tu sencillez y tu calidad de amigo, no advertían que tenías el poder del solista. Tuvo que pasar un buen tiempo para descubrirte. Dejaste los tríos y cuartetos y decidiste oportunamente lo que sería tu destino.
Cuando se nace en cuna de amor y las mecidas maternas quedan en el ser humano, el desarrollo está provisto de dulzura y cariño. El "Rafaelito" creció y se formó respirando familia en aquel ámbito de Monserrate, cuna de buenos criollos y crisol de tradiciones. Por eso cantabas con emoción "Mi Primera Elegía" y le hacías tus "Promesas" a la bella "Alejandrina". Captaste todo el sabor de la marinera limeña y seguirán resonando en mis oídos tu voz y las de "Las Limeñitas", preguntando y respondiendo con final de "resbalosa": ¡Ay sí!
En aquel lugar de los justos están tus padres. Doña María Elena Celinda Tirado Gárate y Don Moisés Matallana Montoro. Me imagino que, a estas horas, haya celebración de punta y taco por el reencuentro. ¡Qué buena la decisión de tu familia, de no hacer un circo de tu despedida! Mis condolencias a Rocío, Javier y Rafael, tus hijos. Respeto la privacidad solicitada y te acompaño con mi humilde amistad desde este rincón. ¡Qué coincidencia climática! Recordarte cantando tu "Tristeza de Invierno" y al sentir tu partida, quedarnos con la realidad de una "Amarga Verdad".
Esta mañana al escuchar las noticias, como siempre hubo lloros y dedicatorias melodramáticas. Son los que se inspiran al momento y, al estar frente a cámaras, dan rienda suelta a su máscara histriónica. Me remonto a 1954 y me contento evocarte con "Los Costeños". ¿Recuerdas? Enrique "Chiquitín" Borjas y Julio "Chavo" Velásquez. El gran Rafael, haciéndole segunda magistral al trío que lo hizo debutar en el auditorio de Radio Victoria. Ya te mostrabas como animador del conjunto y hacías amistad a granel, como siempre lo hiciste.
Luego, tu nueva oportunidad con el "carreta" Jorge Pérez y de frente al disco. Con Jorge Malborg, sonando las cuerdas de su guitarra y el piano mágico de Miguelito Cañas. ¡Qué bién se lucia tu segunda voz! Hasta que te quedaste "sólo". Paradójicamente fue lo mejor. Nació así y para siempre: RAFAEL MATALLANA, "El Caballero de la Canción Criolla". Quedan tus discos y esa amistad imborrable que derramaste con tu carisma y simpatía naturales. Hay aplausos y los míos para ti. Querido Rafael: Descansa en Paz. Gracias.
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